No puedo llevar a mi perra a la playa a pasear porque te molesta en tus vacaciones. Tampoco me permitís alquilar una casa si tengo un perro, ni puedo subir a un transporte público urbano con mi peludo compañero. Sin embargo, puedo llevarla a los escombros a buscarte después de un terremoto, en el bosque después de que te perdiste en la montaña y no tenías mapa ni GPS; bajo la nieve porque hiciste un fuera de pista prohibido; en el agua porque a pesar de la bandera roja, te has bañado y donde quiera que necesites. Por supuesto, está admitida en terapia con nuestros ancianos, con los niños autistas por su capacidad de empatizar, etc. Aunque para muchos seguirá siendo sólo un animal, pero volverá a casa con la mirada triste si no te encuentra, volverá deprimida si no logra que ese anciano la mire o ese niño al que trata la acaricie. Pero no te preocupes “es sólo una perra”.