Esto es para ti....
... Mi dulce compañera y amiga, independiente y a la vez tan dependiente de
cariño.
Mi compañera durante 18 años.
Mi compañera en los momentos difíciles.
Cuantas veces has estado a mi lado en aquel sillón mientras lloraba en una
noche tan oscura
para mí, tanto como tu pelaje.
Cuantas veces te metías entre mis piernas acariciándote tú, si claro tú, como
todos los gatos, pero haciéndome sentir que estabas allí y me reconfortabas, de alguna manera.
Cuantas veces acompañabas mi soledad.
Cuantas veces, has dormido a mi lado.
Cuantas veces me he relajado y dormido con tu dulce ronroneo.
Cuantas veces desperté sola contigo a mis pies.
Cuantas veces saliste a recibirme a las escaleras.
Cuantas veces mi única alegría al llegar a casa era tu penetrante mirada.
Cuando llegaste a mi vida apenas te dejabas acariciar. Asustadiza y huidiza, fuiste adaptándote a mí, cogiendo confianza y pronto comenzaste a disfrutar de mis mimos. Cuando tuve a mi hija, me preocupaba que por tu actitud tímida, introvertida y que no aceptaba extraños, la rechazaras; pero para mi sorpresa, la protegías de extraños, dormías en su cuna o bajo ella y la protegías con gruñidos si alguien externo a casa se acercaba a verla. Cuando creció, te dejabas apretar por ella, cosa que no me permitías, ni a mí.
Y ahora amiga mía, en el ocaso de tu vida, te trato de mimar y creo que no es
suficiente.
No se hacerte llegar cuanto te quiero y mi agradecimiento. Todo es poco, para tanto que he recibido de ti.
Parece que ya, con esa intuición que te caracteriza, me sabes acompañada,
entiendes que ya tengo con quien compartir mis penas y alegrías. Ya puedo compartir sueños e inquietudes y calmar mis desvelos con alguien más.
Y ahora, y sólo ahora has decidido irte. Has resuelto partir y dejarme. Te has
rendido a la vejez.
Compañera, respeto totalmente tu decisión, pero déjame echarte mucho de
menos. Permíteme extrañarte a los pies de mi cama. Concédeme añorar tu ronroneo.
Autorízame a desear que me sigas acompañando a la cocina al levantarme. Consiénteme a querer sentir el roce de tu pelo a mis pies.
Ve feliz, mi afable compinche. Llévate contigo este enorme agradecimiento por haber
querido, como buena gata, que compartiera mi vida contigo. Por haberme elegido
como tu compañera en esta vida.
Cuando llegues al otro lado, busca a Papi (mi abuelo). Se alegrará de verte. Dile que lo
quiero y le echo de menos. Cuídensen mutuamente. Y no se cansen de
esperarme, que aunque sabes que estoy criando a mi hija y aún me queda mucho por hacer aquí como es verla crecer, un día iré con ustedes. Y por favor, cuando llegue ese momento, SAL A
RECIBIRME A LAS ESCALERAS DEL CIELO.
ADIOS, WANDA, amiga mía.
