lunes, 27 de julio de 2020

CUANDO TODO SE ACABA



Aquí desde mi rinconcito escribo estas líneas, que hoy van dedicadas a todas aquellas personas que están pasando por esa situación.
Espero que sirvan para que se ocupen de si mismas a partir de leer estas letras.



CUANDO TODO SE ACABA

Cuando la relación se termina todos esperan que hagas el correspondiente luto.
Algunos esperan de ti más tiempo de soledad, llorando y lamentándote por tu fracaso. Lo menos que esperan es que vuelvas a estar con alguien. No esperan que vuelvas a salir, a intentar divertirte o simplemente retomes aquello que una vez dejaste y te gustaba o te hacía feliz. No esperan que quieras hacer algo que dejaste de lado por tu pareja.
Todos esperan que guardes el luto. Sí, el luto, al fin y al cabo, es una muerte, la muerte de una relación.
Lo que nadie sabe es cuanto tiempo antes has tenido ese luto. Cuanto tiempo has estado siendo infeliz, despertándote con el deseo de que todo haya cambiado. Cuanto tiempo has estado aguantando y soportando la situación, para volver a acostarte una noche más con los sinsabores, con la pena y la tristeza de que todo sigue igual y que no merece la pena continuar. Tampoco nadie sabe cuanto ha soportado la otra parte; ya que la culpa si la hay es de dos, puesto que también los dos tuvieron la idea un buen día de comenzar la relación.
Tu propia familia y amigos te juzgarán,  pondrán en entredicho tus decisiones. Y ya no digo si se trata de los amigos y familiares de la otra parte; ellos serán peor contigo.
Lo cierto es que pocos de ellos han ayudado en tus malos momentos, en ocasiones ninguno. La verdad es que nadie estaba ni estará en tus zapatos, ni lo vivirá como tú lo has hecho. Pero por supuesto, tampoco lo harán de la otra parte de la pareja.
Así que ahora, no te importe que opinen los demás, no te importe lo que se diga de ti. Te tocó levantarte buscándote y queriéndote a ti misma. Haz todo aquello que dejaste aparcado. Dedícate el tiempo que te restaste para dedicárselo a tu pareja. Vive, quítate el negro. Vístete, pero vístete el alma de color.

sábado, 18 de julio de 2020

LA GOTA







LA GOTA


Hoy hemos vuelto a discutir, por enésima vez.
Hoy ya ha sido la definitiva, no aguanté más.
Te has ido con un golpe de puerta que se ha clavado en mi cabeza.
Sé que ya está.
Sé que lo hemos hablado.
Ahora, ya no volverás.
Y ese grifo que gotea, me está matando.
Cada gota que cae, produce un estremecimiento de mi corazón.
Otra gota, que cae.
Va  minando, como tu vacío.
Lloro al mismo compás que esa gota.
Ellas caen en el fregadero,
y otra lágrima corre por mis mejillas hasta morir en mi boca.
Y tiene gracia, pero pienso, ahora ya no arreglaras ese dichoso grifo.
¿Quién lo va a reparar?
No puedo evitar comparar la situación.
Y mi corazón ¿quién lo va a reparar?
Cuánto daño nos hemos hecho;
yo por querer cambiarte y tú por no querer cambiar.
¿Quién ha tenido la culpa?
Tú, por no aceptar mis peticiones.
Yo, por no tener tu mismo punto de vista
Los dos, por no haber puesto fin a esta situación, que dejaba heridas.
Las heridas curarán, pero quedarán cicatrices para recordarlas toda la vida
Vuelve a caer otra gota.
De nuevo taladra el silencio, mientras yo me reprocho haberte echado.
De nuevo taladra mis oídos, al mismo tiempo que mi corazón
Y ahora nadie lo arreglará.
Ahora nadie me arreglará.

sábado, 4 de julio de 2020

Anuncios para mujeres

  








 Aquí desde mi rinconcito quiero lanzar una reflexión.
    Ante todo aclarar que no pertenezco a ninguna asociación feminista y que lo que voy a relatar a continuación es simplemente mi opinión y mi apreciación.

    Hoy he visto un anuncio muy simpático. Sí, estoy siendo irónica.
    El mismo hablaba sobre que lloramos, estamos más sensibles y tenemos más necesidad de chocolate, etc. cuando tenemos la regla y  por supuesto, con esa marca de compresa nos sentiríamos mejor.
    ¿Qué?
    Estoy harta de que en la actualidad, se use aún ese tipo de anuncios como llamada de atención para la compra de algún artículo de higiene intima femenina.
    ¿En serio? ¿Tan limitante es la publicidad?
    Me he visto en situaciones como una discusión en la que el lado contrario me ha preguntado si tenía la regla, solo por debatir su opinión. He tenido un día malo, como todo el mundo, he tenido falta de cariño, he estado algunos día más mimosa o más sensible y han llegado a preguntarme lo mismo.
    Pues no señores, hace tiempo que no tengo la regla y sigo teniendo días y días. 
Con cinco años no tenía la regla y al igual que mis hermanos, varones, por cierto, hemos llorado o pateado incordiando a nuestros padres por un determinado sentimiento o por una mala gestión de los mismos, como cualquier niño y no tenía la menstruación.
    He sentido la necesidad de comer chocolate, de más afecto o de llorar simplemente por tener un mal día y no por tener la regla.
    He estado con amigos, de los que se supone "verdaderos machos", es decir heteros y han estado más sensibles, han comido chocolate e incluso han llorado por tener algún problema o simplemente porque no tenían un buen día y dudo mucho que tuvieran la regla o estuvieran ovulando.
    Mis hijos, de distintos sexos, han llorado por no saber controlar o expresar sus sentimientos, han formado una perreta descomunal y nos han llevado la contraria y puedo asegurar que tampoco tenían la regla.
    Por supuesto, me he sentado a hablar con mi hija adolescente sobre el anuncio. Ella al igual que me pasaba a mí, no se entera de cuando le va a venir el periodo. Tenemos la gran suerte de no tener dolores, ni ningún tipo de molestia más que lo normal de la incomodidad que suponen esos días y que no nos condiciona para nada nuestras actividades diarias. Tampoco nos vuelve verdaderas brujas, siendo incontrolables, irritables o comedoras compulsivas, no más que lo propio  de los caracteres que nos identifican. He charlado con ella para que no permita que nadie se burle con la preguntita de si tiene la regla, por defender su opinión o demostrar sus sentimientos e incluso reclamar cariño si le apetece. Tambien, claro está, le he pedido que para rectificar una salida de tono o un error nunca utilice la excusa de que tiene un mal día porque le ha venido la regla. Hay miles de justificaciones al respecto, al igual que utilizan los del sexo contrarío y tan validas para nosotras también.
    Así que señores publicistas, hay que modernizar los anuncios, actualicen las formas de vender sus productos y llegar a las mujeres actuales, fuertes, poderosas y libres.
  Por cierto, mi esposo acaba de llegar a casa y está algo "raro", voy a ver si le ha venido la regla.

miércoles, 1 de julio de 2020

ESTE ES UN CUENTO





FOTO DEL CASTILLO DE LA LUZ 
LAS PALMAS DE GRAN CANARIA



ESTE ES UN CUENTO

Este es un cuento, un cuento con moraleja.
Quizás real, o no. Según cada uno lo entienda.
Un cuento más bien, para que se den por aludidas las conciencias.
Érase una vez, que yo era joven, más bien resultona e inconsciente.
Creía que podía existir un príncipe azul que me podía salvar de mi vida, hasta entonces así lo
creía monótona y aburrida.
Gobernada por un rey estricto que me tenía protegida, encerrada en su castillo, que yo en ese
momento consideraba mi cárcel, mi mazmorra, sin embargo yo no era “Rapunzel”.
Inmadura, me enamoré de aquel príncipe que me cantó al oído todo aquello que quería oír. Me
prometía sacarme de allí.
Y con él me fui. Me fui enamorada, quizás más encandilada, montada en su caballo color crema
cual “Blancanieves”.
Entonces descubrí que ese príncipe era “La Bestia”.
No, no me pegaba, para nada. Pero había algo que dejaba la misma huella. Había algo igual de
dañino que eran los golpes en el alma, las heridas del espíritu.
Y yo, pequeña, delgadita, introvertida y siempre cabizbaja, me fui poco a poco convenciendo de
las palabras que me decía al oído y que ahora tanto habían cambiado.
La cruel bestia me decía que yo no servía, que otras chicas eran más guapas y más simpáticas
que yo, me contaba que me quería y todo era por mi bien, todo lo hacía para que espabilara, que
yo sin él no era nada.
Me lo fui creyendo. Me fui convenciendo que no tenía derecho a ser amada, que no era nada.
Una creencia que me fue mordiendo cuál rata. Poco a poco iba atacando mi corazón, minando mi
mente y mi personalidad.
Pero llegó un día en que abrí los ojos. Me di cuenta de que no podía salvarle. Yo no era “La Bella”
y él no sufría un encantamiento que fuera solucionable. Me miré al espejo y vi mi imagen, salí a la
calle y me comparé con otras mujeres. Vi que era distinta, sí. No mejor ni peor, sólo distinta.
Reparé en que me merecía lo mismo que las demás: cosas buenas, que me quisieran y me
valoraran.
A lo largo de los días, fui cogiendo fuerzas, armándome de valor.
Un día eché a correr todo lo que pude, escapé cual “Caperucita” de las garras del Lobo. Me
convencí que esa era la única forma de salir de aquello. De intentar ganarme lo que yo merecía.
Era lo mejor para mí romper con todo, porque yo era buena, era especial y valía como la que
más.
Y le dije “ahí te quedas”.
Me convencí de que no soy perfecta, pero soy única, con mis cosas buenas o malas. Que eso
precisamente me hacía ser especial, distinta. Me convencí de que si yo no me quería y valoraba,
nadie más lo haría. Que era él, el que necesitaba ayuda. Él era el que tenía que dar pena y no yo.
Y me aparté para siempre. Aprendí a ser yo misma. Aprendí a quererme como sólo uno mismo
puede hacer. Aprendí a valorarme, a vivir con mis virtudes y mis defectos, pues por eso mismo
todos somos especiales.
Y la vida empezó a llenarme de cosas buenas, a quitarme todas aquellas personas que eran
lastres y todas aquellas cosas que no me servían para caminar o avanzar.
Algo más tarde la vida me compensó con cosas buenas, personas que me querían, sin quererme
cambiar o sin menospreciarme.
Y de repente, queriéndome mucho, estando segura de mi valor y respetándome a mí misma,
llegó a mi vida una persona, que no era príncipe, que es una persona normal, que me quiere casi
tanto como yo misma, que quiere y hace lo posible porque me quede a su lado, y que cada día
me hace sentir especial.
Me hizo sentir como una princesa, a dar en la misma cantidad que recibía y no a dar sin recibir.
Esa persona camina conmigo, no delante, no detrás, sino a la par. Me acompaña en el camino de
la vida.
Moraleja: Te quiere de verdad aquel que te deja libremente decidir si tú quieres permanecer
a su lado. La vida no es un cuento. Pero tú escribes tu historia. Tu final feliz o no, depende
de ti.