Hoy desde mi rinconcito van estas palabras para el pueblo palmero.
He estado siguiendo en los medios de comunicación y en las redes desde el primer momento todo lo que acontece a esta catástrofe.
Muchas
personas se han volcado con la isla de La Palma, han empatizado con
este pueblo humilde, de brazos abiertos y de deje cantarín que a mí
siempre me ha llenado el corazón.
He viajado muchas veces a La
Palma, he recorrido sus pueblos, he disfrutado de las fiestas de su
virgen, he bailado al ritmo de los enanos, me he divertido en las calles
de su Santa Cruz celebrando los indianos y siempre haciendo amigos
nuevos que llevo en mi alma.
Quiero aclarar, para que entiendan la magnitud de esta catástrofe y de los sinsabores que sus gentes están viviendo con esta desgracia que, muchas de esas casas son
heredadas de sus familiares, otras han sido construidas poco a poco y
con muchos sacrificios: con el "no me voy de viaje porque quiero poner
el piso" o con el "no puedo ir a almorzar o cenar por fuera porque
quiero hacer una habitación, pintar o poner el techo a mi hogar".
Y
aun siendo así, ya no es la pérdida de sus casa lo que causa tanto
duelo. Es la pérdida de parte de su vida lo más dañino. Por esa puerta
entraron la primera vez recién casados, en esa entrada comenzaron a dar
los primeros pasos sus hijos. A esa casa llevaron a su hija recién
nacida. Ahí el volcán sepultó parte de su vida: quedaron las fotos de sus
padres, sus fotos de boda, las fotos de sus hijos cuando eran pequeños y
del resto de sus familiares. Allí quedó el broche heredado de la
abuela, la medallita de la virgen que siempre llevaba su madre y cuyo
valor sentimental es incalculable, aquella figurita de "recuerdo de ..."
que compraron en su único viaje; el de novios. Eso ya no lo recuperarán
por mucho dinero, que no será así, que les aporten las ayudas y
subvenciones oficiales.
Y ya no digamos, los que han perdido, negocios, medios de vida y animales.
Pero
¿saben qué? Hoy prefiero quedarme con todos aquellos seres humanos, que
tanto dentro de las islas como fuera han aportado ayuda inmediata, con
donaciones o viajando a la isla para colaborar desinteresadamente.
Agradezco que la mayoría de las personas se hayan volcado con el pueblo palmero.
En
Gran Canaria, desde el minuto cero, se han movilizado y todos hemos aportado nuestro granito de arena y seguirán haciendo todo lo necesario. Sigo
teniendo fe en la humanidad porque creo que la mayoría tienen un corazón
grande y que cuando la naturaleza nos hace sentirnos insignificantes y
pequeñitos, nos levantamos, nos superamos, encontramos fuerza de donde no las hay y sacando lo
mejor de cada unos de nosotros arrimamos el hombro para ayudarnos.
Mis
queridos palmeros, somos ocho islas, ocho islas canarias maravillosas,
pero hoy más que nunca late un solo corazón que se llama
ARCHIPIÉLAGO CANARIO. Estamos con ustedes, saldrán de esta. Muchos
ánimos y afortunadamente no hay que lamentar vidas humanas. Nuestros familiares y amigos siguen con nosotros. ¡FUERZA LA PALMA!
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