lunes, 27 de septiembre de 2021

Solidaridad con el pueblo palmero


 

Hoy desde mi rinconcito van estas palabras para el pueblo palmero.


    He estado siguiendo en los medios de comunicación y en las redes desde el primer momento todo lo que acontece a esta catástrofe.
    Muchas personas se han volcado con la isla de La Palma, han empatizado con este pueblo humilde, de brazos abiertos y de deje cantarín que a mí siempre me ha llenado el corazón.
    He viajado muchas veces a La Palma, he recorrido sus pueblos, he disfrutado de las fiestas de su virgen, he bailado al ritmo de los enanos, me he divertido en las calles de su Santa Cruz celebrando los indianos y siempre haciendo amigos nuevos que llevo en mi alma.
    Quiero aclarar, para que entiendan la magnitud de esta catástrofe y de los sinsabores que sus gentes están viviendo con esta desgracia que, muchas de esas casas son heredadas de sus familiares, otras han sido construidas poco a poco y con muchos sacrificios: con el "no me voy de viaje porque quiero poner el piso" o con el "no puedo ir a almorzar o cenar por fuera porque quiero hacer una habitación, pintar o poner el techo a mi hogar".
    Y aun siendo así, ya no es la pérdida de sus casa lo que causa tanto duelo. Es la pérdida de parte de su vida lo más dañino. Por esa puerta entraron la primera vez recién casados, en esa entrada comenzaron a dar los primeros pasos sus hijos. A esa casa llevaron a su hija recién nacida. Ahí el volcán sepultó parte de su vida: quedaron las fotos de sus padres, sus fotos de boda, las fotos de sus hijos cuando eran pequeños y del resto de sus familiares. Allí quedó el broche heredado de la abuela, la medallita de la virgen que siempre llevaba su madre y cuyo valor sentimental es incalculable, aquella figurita de "recuerdo de ..." que compraron en su único viaje; el de novios. Eso ya no lo recuperarán por mucho dinero, que no será así, que les aporten las ayudas y subvenciones oficiales.
     Y ya no digamos, los que han perdido, negocios, medios de vida y animales.
     Pero ¿saben qué? Hoy prefiero quedarme con todos aquellos seres humanos, que tanto dentro de las islas como fuera han aportado ayuda inmediata, con donaciones o viajando a la isla para colaborar desinteresadamente.
    Agradezco que la mayoría de las personas se hayan volcado con el pueblo palmero.
    En Gran Canaria, desde el minuto cero, se han movilizado y todos hemos aportado nuestro granito de arena y seguirán haciendo todo lo necesario. Sigo teniendo fe en la humanidad porque creo que la mayoría tienen un corazón grande y que cuando la naturaleza nos hace sentirnos insignificantes y pequeñitos, nos levantamos, nos superamos, encontramos fuerza de donde no las hay y sacando lo mejor de cada unos de nosotros arrimamos el hombro para ayudarnos.
    Mis queridos palmeros, somos ocho islas, ocho islas canarias maravillosas, pero hoy más que nunca late un solo corazón que se llama ARCHIPIÉLAGO CANARIO. Estamos con ustedes, saldrán de esta. Muchos ánimos y afortunadamente no hay que lamentar vidas humanas. Nuestros familiares y amigos siguen con nosotros. ¡FUERZA LA PALMA!



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