jueves, 24 de junio de 2021

Te sigo extrañando

   



TE SIGO EXTRAÑANDO

Aquí desde mi rinconcito, te echo de menos. Hoy te extraño algo más, ya que es el día de tu santo y lo hubiéramos celebrado de otra forma, de manera especial.

 Esto que escribo hoy va por ti:

             Él era debo decir, como todos los abuelos, pero para mí, el más especial. 

Aunque en mi infancia eras joven y trabajabas aún de carpintero, el tiempo que no le pudiste dedicar a los hijos, sí lo podías dedicar a los nietos, valorando ya, como cualquier abuelo, la risa, el abrazo y el "te quiero" de un niño.

Yo crecí, me hice adulta bajo tu siempre atenta mirada, y con los años nos acercábamos, si cabe, cada vez más. Seguíamos compartiendo mis buenos y malos momentos. En los malos me desahogaba contigo y en los buenos, te alegrabas más que nadie de que me salieran las cosas bien.

Papi, hace ya muchos años que no estás conmigo. Quince años, para ser exactos, que no sigues enriqueciendo mi vida. Ya al terminar la jornada, como cada noche, no acabo en tu casa contándote como me ha ido el día. Conversábamos con igual pasión y entusiasmo, de lo importante y lo trivial; tú siempre con algo nuevo que enseñarme, siempre con esa serena sabiduría tuya que te aportaron la vida y la experiencia y yo siempre con algo nuevo que aprender de ti, con otro punto de vista que no me había planteado.

Hoy sigo hablando contigo en las noches. Te sigo viendo como a mi “Dios”; aquel que lo sabía todo como cuando era niña. Aquel que solo con cobijarme en sus brazos me calmaba y me transmitía paz.

Ahora que las cosas me van mucho mejor y que tengo nuevos logros realizados, o en proceso, también te los sigo contando. Hablo contigo cuando el silencio de la casa ensordece la noche. Sé que allí donde estés estás velando por mí y, aunque no estás físicamente, yo te siento cerca y creo que sigues pendiente de mi vida. Seguramente en más de una ocasión habrás tenido que interceder por mí, porque yo sigo pidiéndote ayuda. Sé que envías fuerzas a la que fue tu compañera de toda la vida para que pueda sobrellevar el peso de la soledad. Si existe Paraíso seguro que vives en él como querrías. Imagino que estarás arreglando las escaleras de entrada el Cielo, seguro que estás muy ocupado pues nunca te ha gustado holgazanear y habrás cambiado los balaustres de esa escalera para que la entrada sea más llamativa y bonita, o quizás estás arreglando la puerta que recibe a las almas, acompañado de San José, el carpintero Celestial. Apuesto que, en tus ratos libres, vas de pesca con San Pedro y luego preferirás no disfrutar ese mero que acabas de pescar, para que lo coman otros y ver sus caras de satisfacción, tal como hacías aquí. También sé que “exista lo que exista” después de esto nos volveremos a encontrar. Pero hasta entonces y aún después de todo este tiempo, sigo teniendo un vacío inmenso en mi vida, sigo teniendo dolor en mi alma. Te quiero, Papi. Sigues en mi corazón.

En memoria de Juan Vega Jimenez, mi ABUELO.

2 comentarios:

  1. Que homenaje más bonito a esos seres tan imprescindibles, Carmen, como son los abuelos. Te comprendo perfectamente porque yo, más de 25 años después de su muerte, todavía sigo soñando con dar un abrazo a mi abuela. Sin duda el tuyo fue un ser maravilloso.

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    1. Para mí lo era. Y para la mayoría de los niños lo son. Hay de todo. Pero la mayoría de los abuelos nos dejan una huella imborrable. Ya te contaré alguna anécdota. Creo que estaba adelantado a su época

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