Los mejores regalos no vienen envueltos en papel.
Efectivamente los mejores regalos
no vienen envueltos en papel. Los mejores regalos son aquellos que salen del
corazón, se envuelven en luz y se entregan con el alma.
Ayer fue mi cumpleaños y a pesar
de la distancia de nuestros seres queridos, que por esta época nos ha tocado
vivir, fue un día especial y cargado de emociones para mí.
Para comenzar el día, veo la
sonrisa de mi pareja que, aunque acabo de salir de la cama: pelos desgreñados,
legañas en los ojos y aún con la baba colgando de un sueño profundo, vamos que
toda “glamour” y “sex-appeal”, me recibe con el café preparado y
felicitándome me dice que estoy guapísima. Continúa mi día con los abrazos y
las felicitaciones de mis hijos, invadiéndome de gozo con ese amor tan tierno y
sin cortapisas de la inocencia que solo poseen los niños. Y a partir de ahí ya fue un
no parar de mensajes y llamadas de familiares, amigos, compañeros y conocidos. Hasta
alguna amiga que se encuentra lejos, recordándome que no me olvida y que sigue
ahí para mí. Comienzan a entrar felicitaciones por las redes sociales a lo
largo de todo el día, cargadas de buenos deseos para mí. A medio día decidí preparar una tarta casera
con mis hijos, haciendo de esa preparación un momento especial cargado de
complicidad y diversión.
Ya por la noche hice valoración
del día y ahí me di cuenta de lo afortunada que soy por tenerles a todos y
porque sean parte de mi vida.
Aún en la distancia, mi día fue
especial. Todos ustedes tuvieron la “culpa” de que fuese así, fantástico y
maravilloso.
Me fui a la cama con el alma
llena, mi corazón rebosaba de felicidad.
Gracias a todos por vuestros maravillosos y enriquecedores regalos, hechos de vuestro tiempo y adornados de amor.