Hoy han pasado diecisiete años desde que fui madre por primera vez.
Aún recuerdo como gateabas por la cama, recién bañada, para que no te vistiera y como dormías encima de mi pecho, tan pequeñita, tan vulnerable, tan frágil. En mi memoria aún están grabadas las canciones que te cantaba para dormir y el cuento de la noche.
Aquella bebé se convirtió rápidamente en una niñita que ya se manejaba sola. Qué corría como un caballo desbocado cuando la quería meter en la cama, que bailaba desde que oía música y que quería autonomía. No tardaste en bajarte de mis brazos para no volverte a subir a ellos jamás, pero todavía deseabas protección y cobijo.
Ahora, aunque aún nos necesitas, ya te desenvuelves sola, no quieres tanto contacto, reclamas tu intimidad y solicitas tu independencia, cosa de la que me alegro y me satisface enormemente. Mas, te echo de menos; extraño esa necesidad que sentías del afecto y protección maternal.
De ahora en adelante, tomarás cada vez más tus propias decisiones, de por sí, tú misma ya defiendes tus ideas; ya resuelves tus conflictos. A veces, ni siquiera escuchas nuestros consejos.
A menudo te encierras en tu habitación, sea para estudiar, para oír tu música, para leer o simplemente para evadirte del mundo, para encerrarte en tu burbuja. Por supuesto lo entiendo, también fui adolescente y pasé por ahí, es el proceso de buscarse a uno mismo, de crecer interiormente y no sólo en el exterior.
Sé que cada vez queda menos para que vueles del nido. Tienes mi aprobación para que con total libertad te alces hasta el infinito y busques tu destino.
Tendrás errores, es inevitable, pero espero que sean pocos. De todos modos, ya sabes que, hay que levantarse, sacudirse y volver de nuevo a coger fuerza. También cosecharás éxitos, por el contrario, estos deseo que sí sean muchos y con la humildad que siempre te caracteriza; siempre orgullosa de tus logros, pero sin ser presuntuosa.
Creo que dispones de herramientas, para andar por la vida, saltar y esquivar obstáculos y sobre todo levantarte como una campeona cada vez que te des un batacazo, al igual que cuando aprendiste a patinar. Dolía, pero te levantabas con orgullo, dominando rápidamente las ruedas de aquellos primeros patines en línea.
Recuerda que no eres una princesa a la que hay que rescatar. Eres una guerrera, ecuánime, empática, poderosa, con un corazón inmenso, indulgente y benévolo.
No imaginas como se desborda mi corazón de felicidad cuando me cuentas abiertamente tus cosas y hasta me confiesas algún secreto. Como me siento henchida de gozo cada vez que veo tus avances y en la mujer en la que te estas convirtiendo.
Me siento tremendamente orgullosa de ti.
¡Feliz cumpleaños, mi vida!
Tu mami,
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